martes, 5 de enero de 2016

Cuando pruebas un poco de libertad

ya no soportas la rutina.
No aguantas el ruido de la cafetera, ni madrugar, ni el tacto de tu suelo, ni la distancia entre tu cama y el baño, ni la temperatura del agua del grifo, ni lo que has desayunado durante toda tu vida. Ni siquiera soportas la cara de los que te rodean.
Y es que una dosis de libertad, mezclada con buenos momentos, produce una continua sensación de felicidad, de comodidad, que solo cesa al llegar la fría y calculada rutina, de la que somos presos durante la mayor parte de nuestra vida, que hace de las ganas de hacer cosas un angustioso estrés.

Alguien como tú

He oído que ya has encontrado tu camino, que conociste a una chica y que eres feliz. He oído que tus sueños se hicieron realidad. Supongo que ella te dio cosas que yo no te daba.
Y no es que me duela estar aquí ahora, sola. No te preocupes, no estoy mirando aquella foto que nos hicimos en la última fila del autobús, cuando me quedé dormida encima tuyo. Ni recordando cómo es tu olor cuando se mezcla con el alcohol.Ya lo he superado.
Tranquilo, que no la envidio, ni intento ser como ella, nunca me he mirado en el espejo comparándome con ella, y si este peinado que llevo se parece al suyo es pura casualidad, lo juro.
Descuida, puedes olvidarme si quieres, que no me importa.
Que desde que te conocí yo ya te he olvidado.